Domingo, 3 de noviembre de 2019 
 31º del Tiempo Ordinario - Ciclo C
Más que un método de lectura
de la Biblia, ... Es Encuentro con el Señor
.
Lecturas: 
Sabiduría 11, 22-12, 2; 
Salmo 144; 
2ª Tesalonicenses 1, 11-2, 2; 
San Lucas 19, 1-10. 





En la encíclica "Deus Caritas Est", el Papa emérito Benedicto XVI escribe algo tan fundamental, que su sucesor el Papa Francisco no se cansará de repetir: 



La necesidad del encuentro con Jesucristo, es decir, el encuentro con el amor de Dios encarnado. El propio Dios que, saliendo de Sí mismo, va al encuentro del hombre perdido, no para juzgar y sentenciar, sino para amar y perdonar, salvar y restaurar. 

El encuentro que todos necesitamos experimentar, el encuentro con Dios hecho Hombre, y no solo Verbo, que ha venido a habitar entre los hombres, y que aún hoy sigue cruzando nuestras calles y ciudades.
No basta saber qué dicen los demás acerca de Jesús. Él mismo pregunta a los suyos: 
Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Porque las vidas de los que conformaron, conforman y conformarán la Iglesia, no solo depende de las opiniones y experiencias de otros, aunque pueden ayudar y ayudan, sino de la revelación de Dios que se vuelve colectiva desde la experiencia personal.

No le faltarían a Zaqueo las opiniones ajenas, de unos y otros, a cerca de Jesús. Pero él no quiere vivir de oídas. De manera activa, en primera persona quiere ver por sí mismo al Maestro. No le será tarea fácil,entre tanta algarabía, poder ver a Jesús. Su condición y limitaciones le serán obstáculo, así como las mismas personas que van alrededor de Jesús. Personas que en lugar de facilitar el camino a los demás con transparencia, lo impiden con la opacidad de la religión del yo, yo pienso, yo creo, yo soy más, yo soy mejor, más digno, yo primero.... 

Zaqueo, a pesar de todo lo que posee, talento y fortuna, reconoce tener una gran necesidad. Busca incansable una verdad que le lleve a la plenitud, y aunque no puede verla ni alcanzarla por sí mismo, no se cansa ni se da por vencido. Salta con ingenio todos los obstáculos y va en busca de lo que anhela su corazón, o su curiosidad. Los hombres le ocultan a Jesús, pero él, sabe subirse a la higuera, símbolo de seguridad y calma en el conocimiento de la revelación de Dios, desde allí podrá ver a Jesús. Debajo de una higuera es donde Jesús vio también a Natanael. 

Lo importante no es que Zaqueo haya conseguido ver a Jesús, sino que ha sido visto por el Señor. No es que por fin ha visto y encontrado la verdad, sino que la Verdad le ha visto y encontrado a él. 
Ha experimentado el Encuentro, ha habido un cruce de miradas. Ha escuchado la voz de Dios: "Date prisa y baja". Bájate del árbol de tus esfuerzos y tus estrategias, lo realmente necesario es que hoy me quede en tu casa. 

La casa de un publicano, la casa de un pecador y traidor de Israel, convertida en Templo. 
Los que veían a Jesús desde las privilegiadas primeras filas, todos los días se encontraban en el Templo, pero Zaqueó ese día se encontró con el Dios del Templo. 
El que nos llena de la mayor de las alegrías, a pesar del qué dirán. Jesús le ha devuelto su dignidad de persona. Esto es lo que hará que Zaqueo devuelva a los demás lo que hasta ahora él les ha estado robando. Eso, más que las palabras, es la confesión de Zaqueo de que Jesús era el Señor de su vida, el Salvador suyo y también de los demás. 
Joan Palero


“Entonces tú, [mi Dios], tratándome con mano suavísima y llena de misericordia, fuiste modelando poco a poco mi corazón”.
San Agustín
Domingo, 30 de octubre de 2019 
30º Tiempo Ordinario - C
Eclesiástico 35, 12-14.16-18 - Sal 33 - 2ª Tim 4, 6-8. 16-18
San Lucas 18, 9-14


   El domingo pasado, con la parábola de "la viuda pobre y el juez injusto", el evangelio dirigía las miradas hacia  la imperfección del hombre y su justicia. Una justicia muchas veces sorda, lenta, perezosa, y siempre incompleta. Es la justicia de los satisfechos, esa que se detiene en la inmediatez, incapaz de ir más allá de sí. Esa que si le insistes, al final, por fastidio o por las apariencias y el qué dirán, puede llegar a considerar muchas cosas, pero no la más importante: la de ponerse en la piel del oprimido y sufrir su dolor, el peso de las injusticias, propias y ajenas. 


Las lecturas de este domingo ponen la mirada en Dios. El único Justo y veraz, ante el cual el hombre queda mentiroso y manifiesto de que todas sus justicias son como trapos de inmundicia. 
"El Señor es Juez, para él no cuenta el prestigio de las personas. Para él no hay acepción de personas en perjuicio del pobre, sino que escucha la oración del oprimido." Eclesiástico 35, 12-14.16-18

Él tiene el derecho de condenar, y condena las bien o mal intencionadas "justicias" del hombre, buscando siempre la más alta meta para la buena realización de todas las personas.
Dios no solo escucha desde el Cielo el clamor de la opresión humana, sino que en Cristo se viste de humanidad y viene a sufrir ese encuentro. Encuentro de Paz y Justicia, encuentro de la Verdad y el Perdón. En Jesús, Dios no juzga y condena al hombre. Jesús es juzgado y condenado ocupando el lugar del hombre, para que este pueda ser perdonado.

Con la parábola del fariseo y el publicano, con la historia del mundo, de la Iglesia,  la de nuestro país, la personal de cada uno, bastaría ya para dejar todo tipo de orgullos, de comparaciones, de juicios vanos y según de con quién se trate. Debería bastar para dejar de ser, o intentar ser prestidigitador en las cosas de Dios. ¿A quién engañaré sino a mí mismo?
Dios juzga que "Todos somos pecadores y culpables. Que no hay quien sea justo, ni siquiera uno solo... (Romanos 3) Pues si la misma Justicia que me juzga, ella me perdona, 
¿dónde está pues el derecho a gloriarme? 


Joan Palero

...mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren R/.R/. El afligido invocó al Señor,
y él lo escuchó
Salmo 33






Domingo 20 de octubre de 2019  -  29º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Éxodo 17,8-13 - Sal 120,1-2.3-4.5-6.7-8 - 2 Timoteo 3,14–4,2 - Lucas 18,1-8

Hace tres domingos, con la parábola del Rico y Lázaro, el evangelio subrayaba la importancia de una fe en Dios por encima de los propios intereses. Una fe en Dios y que se abre a los demás, buscando el Reino de Dios y su justicia por encima de reinos personales y limitados, edificados sobre la injusticia del individualismo y la auto referencia. Una fe que no viene a través de acontecimientos ruidosos, rimbombantes ni extraordinarios de Dios, sino de la escucha en silencio de la Palabra Dios. Palabra que anuncia con evidencias que Dios no tiene su corazón,  ojos y oídos, puestos en Sí mismo, sino en el clamor de los pobres; y que denuncia y condena todo tipo de egoísmo inmisericorde.

En el evangelio del domingo siguiente, ante las enseñanzas y obras de Jesús, los apóstoles reconocen su pobreza en la fe, y claman:
Señor, ¡Auméntanos la fe!  

A lo que el Señor, siempre atento al clamor de los que se reconocen necesitados de Él, responde siempre de las mejor de las maneras, esta vez como diciéndoles:
Ejercitad la fe que tenéis. 
Con ella es suficiente para decirle a cualquier razonamiento contrarío: Arráncate de raíz y plántate en el mar, y así será. Creed, no esperando de una fe puesta en el Invisible, premios, reconocimientos ni consideraciones visibles. Creed y haced lo que sabéis que tenéis que hacer, con fe, sin la necesidad de ver. Creed, y veréis la gloria de Dios.
¿Quieres tener más fe? Vive la que tienes.



El pasado domingo, en el evangelio de los pobres, el de san Lucas, con la historia de los diez leprosos curados nos presentaba la fe que salva. La que nace de nuestra necesidad y de la experiencia del encuentro con Cristo, por encima de cualquier otra cosa. Una fe que regenera y vivifica nuestro ser enfermo. La fe que por encima de las ordenanzas: "id y presentaos a los sacerdotes", cambia la vida y nuestros caminos, haciéndonos retornar siempre a Jesús, llenos de un gozo inmenso e indescriptible, que solo puede ser descrito con una vida y un corazón agradecido.
Una fe que nos viene de Cristo y nos convierte en testigos de su salvación. Una salvación evidente, que no se puede contener, callar ni esconder, que urge ser demostrada y compartida, y que solo así nos hace crecer en fe y para fe; aunque me tomen por...,  molesto o pesado.

Molesta y pesada resultaba ser también aquella viuda que, en el evangelio de este domingo, insistentemente pedía justicia ante el juez. Un juez que, más que juez parecía ser solo un mero funcionario, pues ni temía a Dios ni le importaban los hombres, él vivía a su bola.
Cuanto me gustaría que la palabras de Jesús fueran siempre en pasado: "Había una vez ...", pero sabemos que no es así. En todos los tiempos y ámbitos de la vida existen personas que son lo que no son, y otras que sin ser nada (como nada era una mujer viuda en aquella sociedad), tienen un sentido y amor a la justicia mayor que la de muchos jueces, ...
El propósito de Jesús, ayer y hoy, es que creamos sin desfallecer. Que las personas no sean el motivo justificado para nuestra incredulidad; siempre será bueno recordar que también somos personas muchas veces absorbidas por nuestras propias bolas, y que estas aveces resultan injustas para otros.
Dios es el único Justo y Bueno. Él tiene su tiempo para todo y todos, no es ajeno a nosotros ni a lo nuestro, nos escucha sin darnos largas, solo que en ocasiones no entendemos su lenguaje, ni que su tiempo no es el nuestro, ni tampoco sus propósitos para con nosotros.
A Jesús parece gustarle la insistencia de aquella mujer que no se da por vencida hasta lograr lo que quiere, y pregunta: ...cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? 
Vivir, perseverar, insistir y persistir, no mirando las cosas que se ven, sino las que no se ven y que sólo son alcanzadas y vistas  por la fe. Jesús vendrá, sí, pero a le vez está y viene cada día a nosotros. A diario, la Iglesia exclama con perseverancia e insistencia el deseo de su corazón:
¡Ven, Señor Jesús!
El viene, pero... ¿encuentra esa fe en la tierra?


Joan Palero



<<Juan, ese es su nombre. >>


El nombre “Juan”, significa:
Dios es Misericordioso, Dios ha sido propicio, Dios perdona,…

Juan, un profeta, sí,  el último de los profetas de la Antigua Alianza. Pero más que profeta, todos los profetas predijeron la Salvación, Juan la presentó_ 'Éste es..."
Un hombre traído al mundo a pesar de toda contrariedad física y lógica. Anunciado desde antiguo, por boca de antiguos profetas, incluso por el mismo arcángel Gabriel, quien  anunció a María la encarnación del Hijo de Dios.
Para que Jesús aparezca en la escena de este mundo, a Dios le fue necesario Juan.  Una criatura llena del Espíritu de Dios, aun desde el seno de su madre. Capacitado por el Espíritu para reconocer la presencia de Dios, aún siendo un no nacido. Capaz de saltar de alegría en el encuentro con las personas, con María, reconociendo en ella la presencia de Dios. Capaz de reconocer al Señor entre la multitud, y precisamente entre la multitud en la que menos podría  uno esperar encontrar a Dios, entre la multitud de los pecadores. 
Juan no habla de sí, ni se señala a sí mismo, es solo vocero de Dios, voz que exclama: <<Preparad camino al Señor. Y: Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del Mundo.>>
Juan, más que un profeta, pero vestido de humildad. Su vestido es como el que Dios proveyó a Adán, las pieles  de una víctima sacrificada y despellejada para cubrir la desnudez humana, sin más ropajes ni apariencias. De casta sacerdotal, por ser hijo de Zacarías, vivirá alejado del templo y de los  sacrificios que no quitan el pecado de raíz,  sino que son solo buenas aspiraciones e intenciones.  Habitará en el  desierto, donde vivirá y lo obtendrá todo en plena y total dependencia de Dios. Sabrá esperar siempre esperanzado, caminará de la Mano de Dios aliviando a los descartados,  esperando el tiempo, el momento, la señal de Dios para manifestar al que es la Divina Misericordia. Sin protagonismos, sin ideologías, sin dejarse llevar por tentaciones de poder o grandezas, desprendido, sin tener en cuenta las opiniones humanas, buscando solo la aprobación del Señor. 
Juan sabe quién es, y vive su misión viviendo su elección y lo que significa su nombre.
 Juan, ese es su nombre.   
En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más PEQUEÑO en el Reino de los Cielos es MAYOR QUE ÉL. 

Si el amigo del Esposo fue así, podemos deducir cómo debemos ser la Esposa.
No importa cómo nos llamemos, lo que importa es que Dios necesita Juanes en cada tiempo. Juanes que vivan de la Misericordia y la proclamen.

Joan Palero

Domingo Sexto de Pascua - Ciclo C

   
En la segunda lectura de este domingo: Ap 21, 10-14, 21-23, encontramos cómo el apóstol Juan es transportado en éxtasis, por un ángel, a contemplar la gloria de la santa ciudad, Jerusalén, que desciende del cielo, siendo enviada por Dios y portadora de Su Gloria. La descripción de la contemplación del apóstol, además de bella, es tan profunda y llena de significados que los competentes no deberían dejar nunca de enseñar y recordar. 
En la primera lectura:  Hch 15, 1-2, 22-29, con algo de contraposición a la segunda, el autor muestra la realidad de la Iglesia en la tierra. Una realidad que, después de dos mil años de historia, no parece haber cambiado demasiado, supongo que porque el hombre sigue siendo hombre, y uno es el espíritu del hombre y otro el Espíritu de Dios. (1ª Corintios 2, 6-16)

Como san Juan, de alguna manera creo que todos tenemos en nuestro interior una especie de sueño, una visión de cómo creemos y nos gustaría que deberían ser las cosas, pero como Pablo y Bernabé, nos vemos envueltos en la realidad de que aún siendo Iglesia, estámos en la Tierra y en el tiempo. Una realidad tejida en contradicciones, en ideologías y altercados, en discusiones producidas por los distintos puntos de vista que como humanos podamos sufrir, y que en lugar de mostrar la belleza de una Iglesia que desciende de Dios, muestra la fealdad que sube en el corazón de los hombres. La fealdad de los intereses (X) al margen de Dios, la de la desunión y el partidismo dentro del mismo Cuerpo, la de la enemistad y la separación, la confusión, el error, las alarmas y las inquietudes de muchos, producidas por las palabras de unos cuantos.


Siempre será bueno que, como san Juan, cada uno pueda tener la disposición de poder ser transportado a contemplar la santa ciudad, en lugar de permanecer inamovibles cada uno en su propio terreno. 
Qué importante es mirar para arriba, al Padre de todas la luces, para ser liberado de las sombras humanas. 

Qué importante ser como el Maestro, manso y humilde de corazón. No pretendiendo ser sabio en las propias opiniones. Descansar como Jesús, en la seguridad de las palabras del Padre:
"Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió."  
Qué importante el diálogo en la Iglesia, dentro y fuera de ella. "La iglesia es diálogo", decía Pablo VI. No es un campo de batalla contra las personas, sino contra el error y las fuerzas del mal.
Qué importante la colegialidad, el equipo dentro de sus murallas, murallas que descansan sobre el magisterio apostólico, y como los apóstoles poder decir juntos:  
"Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables...

Que bendición es poder entender que solo nos elevamos cuando descendemos, 
sin la necesidad de trepar. 
Joan Palero
Pau i Bè !
"El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; ... (Salmo 66)


Domingo, 19 de mayo de 2019 5º De Pascua - Ciclo C

   

     Hechos de los Apóstoles 14, 21b-27
   "En aquellos días, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía ..."

      En aquellos días, tal vez es que la Iglesia era un poco más lo que tenía que ser. Compuesta por gente persuadida y convencida por la resurrección de Cristo, eran decididos e inducidos por el Espíritu del Resucitado a inducir, a incitar a otros a usar la misma fuerza y recorrer el mismo Camino transformador que ellos experimentaban y recorrían. Una Iglesia viva y vivificada a cada instante, bajo la acción y dirección del Espíritu de vida. Eso les hacía ser comunidad en salida, capaz de atraer a las personas a Cristo, y transformar todo a su paso. Un rebaño sufriente, perseguido e incomprendido, como su Pastor, pero gozoso en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias, y que reconociendo su débil condición sabía encontrar nuevas fuerzas en su Señor. (2 Cor 12, 10)
Una Iglesia cercana que, conocedora de sí misma, sabía salir una y otra vez al encuentro de los demás en sus necesidades, que no dejaban de ser las mismas necesidades que éllos y todos tenemos: La necesidad de SER ANIMADOS PARA PODER SEGUIR PERSEVERANDO EN LA FE.
Una Iglesia que adora, que ha sido salvada para salvar, animada para animar, amada para amar y que sale de sí misma para servir, a los de cerca y a los de lejos. 
Una Iglesia que atrae por su estilo de vida, por su andar, no por por lo que dice, ni por tradiciones, y que no crece por proselitismos. Ansiosa y ansiada por el Espíritu de Dios, deseosa de que el Señor reine en ella y en todos, y de que todos entiendan de una vez que el Reino es de Dios, y no nuestro:
"No somos príncipes, somos gente sencilla"
Papa Francisco

 Gente sencilla y trabajadora,

 que sirve a los hombres para que vengan

 al conocimiento de Dios y su verdad: 

...el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.

Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R/.
Sal 144,8-9.10-11.12-13ab



Una Iglesia que cada día es renovada, y renovadora, a la escucha del que está sentado en el trono, y que dice: 

«Todo lo hago nuevo.» (Ap 21, 1-5a)



En aquellos días, la naciente Iglesia estaba abierta a la novedad de Dios, y que en novedad de vida andaba el Camino nuevo que es Cristo. Tú y yo, nosotros, escribimos la historia de la Iglesia en estos días.
 Joan Palero




Si Yahveh no construye la casa, en vano se afanan los constructores;
si Yahveh no guarda la ciudad, en vano vigila la guardia.
Salmo 127







Domingo, 12 de mayo de 2019
Domingo 4º de Pascua - Ciclo C
Lecturas: Hechos de los Apóstoles 13, 14.43-52; Salmo 99, 2.3.5;                  Apocalipsis 7, 9.14b-17.
Evangelio según san Juan 10, 27-30
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.»

Me gusta que la Iglesia, a la hora de proclamar el Evangelio cada domingo, añada al principio las palabras: <<En aquel tiempo>>. Sí, los tiempos han cambiado mucho, por eso es que para poder entender bien las palabras de Jesús es importante situarse en su tiempo, en su cultura y sus costumbres. Para las nuevas generaciones, nacidas en el corazón de las grandes ciudades, entre tecnologías y modernidades, las palabras de Jesús pueden no tener la fuerza que tuvieron en su día, y que nosotros hemos de esforzarnos en mantenerla en los nuestros. Hablar hoy, de pastores y pastoreos en nuestro tiempo, puede resultar mucho más ligero que lo que resultó al hablarlo Jesús.
He encontrado estos vídeos, que a mí me han dicho mucho, y que espero te hablen por sí solos de lo mucho, de lo muchísimo que nos dice el evangelio de este domingo, aun siendo tan corto.
¡Feliz Domingo!
Joan Palero
Salmo 99
"Somos su pueblo y ovejas de su rebaño".

Jesús, Pastor del rebaño, más allá de la religión, invita a conocerlo, ha reconocer su voz y tomar la decisión de seguirlo. A tener una relación viva y duradera con Él, de por vida. Una relación íntima que se renueva cada día, que nos saca de la rutina y nos lleva deseosos tras Él. Una relación con Él como la que Él vive con el Padre y que le lleva a seguir Su voluntad. 
Dejando de lado la publicidad de este vídeo, me gusta la manera
en que este pastor describe su oficio, que más que oficio es su
pasión. Una pasión que recibió, como el Hijo de Dios, en su relación íntima
con su padre. Sus ovejas son su todo. Tú y yo, nosotros, somos el todo de Dios.


Sin pastor no hay rebaño
En el principio, para que fuésemos felices , Dios nos encomendó la tarea de cuidar el mundo. De mantenerlo y seguir construyendo con Él, con nuestro talento y trabajo. Trabajar, no es una maldición por el pecado de la humanidad, es una bendición que nos fué dada antes de la caída.
Es el trabajo humano, en la independencia de Dios, lo que convierte el trabajo en una carga pesada, cansada y llena de insatisfacción para muchos.
Cuanta razón tiene Dios en boca del profeta Hageo:
Así dice Yahveh: Este pueblo dice: "Todavía no ha llegado el momento de reedificar la Casa de Yahveh"
¿Es acaso para vosotros el momento de habitar en vuestras casas artesonadas, mientras la casa de Dios está en ruinas?
Habéis sembrado mucho, pero cosecha poca; habéis comido, pero sin quitar el hambre; habéis bebido, pero sin quitar la sed; os habéis vestido, mas sin calentaros, y el jornalero ha metido su jornal en bolsa rota.
Aplicad vuestro corazón a vuestros caminos.
(Hageo 1, 2-7)
Y cuánta razón la del sabio Salomón: ¡Vanidad de vanidades, todo vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? 
MÁS VALE LLENAR UN PUÑADO CON REPOSO QUE DOS PUÑADOS CON FATIGA EN ATRAPAR VIENTOS. 
¡Con qué gran sabiduría dotó Dios a san José! Qué sueño tan profundo le hizo soñar, para que contra toda lógica y Ley de su tiempo, poder con su vida contribuir, trabajar con Dios para devolver el sentido de plenitud a la humanidad.
¡Feliz día!






Las llagas de Jesús nos abren todo su misterio.
¡PAZ A VOSOTROS! 

En la homilía de la Misa del II Domingo de Pascua (2015), el Papa Francisco trató de la misericordia divina. Este domingo fue instituido por Juan Pablo II como siendo el "Domingo de la Misericordia". Y el Papa afirmó en su sermón: "Las llagas de Jesús son llagas de misericordia".

 HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO
San Juan, presente en el Cenáculo con los otros discípulos al anochecer del primer día de la semana, refiere que Jesús vino, se puso en medio de ellos y dijo: «¡La paz esté con vosotros!». Y «les mostró las manos y el pecho» (20, 19-20), les mostró sus llagas.
Reconocieron, así, que no se trataba de una visión, sino era Él mismo, el Señor, y se llenaron de alegría.
Ocho días después, Jesús vino de nuevo al Cenáculo y mostró las llagas a Tomás a fin de que las tocase como él pretendía para poder creer y tornarse, también él, un testigo de la Resurrección.
Hoy, en este Domingo que San Juan Pablo II quiso titular a la Misericordia Divina, el Señor nos muestra también a nosotros, a través del Evangelio, sus llagas. Son llagas de misericordia. ¡Es verdad! Las llagas de Jesús son llagas de misericordia. «Fuimos curados por sus llagas» (Is 53, 5).

Jesús nos invita a contemplar estas llagas, nos invita a tocarlas -como hizo con Tomás- a fin de curar nuestra incredulidad. Nos invita sobre todo a entrar en el misterio de estas llagas, que es el misterio de su amor misericordioso.
A través de ellas, como por una brecha luminosa, podemos ver todo el misterio de Cristo y de Dios: su Pasión, su vida terrenal -llena de compasión por los pequeñitos y los enfermos- su encarnación en el vientre de María. Y podemos remontar a toda la historia de la salvación: las profecías -especialmente las del Siervo de Yahweh-, los Salmos, la Ley y la alianza, hasta la liberación de Egipto, la primera Pascua y a la sangre de los corderos inmolados; y remontar también a los Patriarcas hasta Abraham y, más allá en la noche de los tiempos, hasta Abel y su sangre que clama de la tierra. Todo esto podemos ver a través de las llagas de Jesús Crucificado y Resucitado y, como María en el Magníficat, podemos reconocer que «su misericordia se extiende de generación en generación» (Lc1, 50).

A veces, delante de los acontecimientos trágicos de la historia humana, nos quedamos como aplastados y nos preguntamos: «¿Por qué?». La maldad humana puede abrir en el mundo como que zanjas, grandes vacíos: vacíos de amor, vacíos de bondad, vacíos de vida. Y nos surge entonces la pregunta: ¿Cómo podemos llenar estas zanjas? A nosotros, es imposible; solo Dios puede llenar estos vacíos que el mal abre en nuestros corazones y en nuestra historia. Es Jesús, hecho hombre y muerto en la cruz, que llena el abismo del pecado con el abismo de su misericordia.

Los Santos nos enseñan que se cambia el mundo a partir de la conversión del propio corazón, y esto sucede gracias a la misericordia de Dios. Por eso, ya sea delante de mis pecados, ya sea delante de las grandes tragedias del mundo, «la consciencia se sentirá turbada, pero no será abalada, porque me acordaré de las heridas del Señor. De hecho, "fue traspasado por causa de nuestros crímenes" (Is 53, 5). ¿Qué habrá de tan mortal que no pueda ser disuelto por la muerte de Cristo? » (ibid.).
Con la mirada dirigida hacia las llagas de Jesús Resucitado, podemos cantar con la Iglesia: «Su amor dura para siempre» (Sal 117, 2); su misericordia es eterna. Y, con estas palabras grabadas en el corazón, caminemos por las estradas de la historia, con la mano en la mano de nuestro Señor y Salvador, nuestra vida y nuestra esperanza.

Domingo de Pasión - Ciclo C  14 de abril 2019

 1ª Lectura: Isaías 50, 4-7 

    Salmo 21,2a.8-9.17-18a.19-20.23-24 
2ª Lectura: Filipenses 2, 6-11
    Evangelio: Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22,14–23,56
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"El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulopara saber dar al abatido una palabra de aliento." 
   Entrar en la semana de la Pasión de Jesús, me lleva a un especial recogimiento, sobre todo a la contemplación de Aquél que, siendo Dios, eligió entrar en el mundo como "Siervo", para compartir y meterse de lleno en el sufrimiento de la humanidad, para poder ser Palabra de aliento y esperanza a los que sufren.  

No puedo pensar que la Pasión de Jesús sea el desenlace de unos acontecimientos históricos que Él no conociera u esperara. Ni una improvisación divina de última hora. La cruz ya se  vislumbra desde el principio de los tiempos de la humanidad.  Dios sufre desde que, por las consecuencias del pecado, el sufrimiento entró en el mundo. Dios ha sido el primero en sufrir, en hacer suyo el sufrimiento de la humanidad, y por su grandeza, su naturaleza y esencia, el sufrimiento de Dios por el hombre ha sido siempre mayor que el propio sufrimiento humano. 

Me gusta recordar, cómo Dios a diario, paseaba por el Jardín de la comunión con la humanidad. Y cómo aquel fatídico día, en que el hombre dudando de su Creador le dio la espalda, Dios vino a pasear igualmente, como cada día, al encuentro del hombre y de la mujer. No para buscar culpables, sino a dialogar. No para destruir a las personas y su personalidad, sino a reconocer juntos aquella nueva situación. No para juzgar y castigar, sino a recordar que nuestros actos siempre acarrean consecuencias, pero que juntos iban a asumirlas. Aquel mismo día, Dios, con el corazón sufriente y dolorido por esa nueva situación del hombre, les anunció lo muchos que iban a ser en adelante sus sufrimientos, y en ese mismo momento, quiso ser y tener para ellos: 
una palabra de aliento, prometiendoles liberación y salvación en su abatimiento y dolor.

Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente ...
Enemistad pondré entre ti y la mujer,
y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza
mientras acechas tú su calcañar.

(Génesis 3, 14-15)
Una palabra de aliento que, con los siglos, en Jesús tomó cuerpo. Dios mismo, encarnado en María, se hizo linaje de la Mujer, para poder entrar y compartir de lleno en el mismo corazón del sufrimiento humano.
Jesús, Verbo de Dios, es, y libremente quiere ser Palabra de vida y aliento para todos nosotros. Y es "en virtud de esta voluntad que somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo. (He 10, 9) La cruz es la máxima expresión de que Dios quiso y quiere compartirlo todo con el hombre, cualquiera sea la situación, hasta el final. sin impedimentos ni echarse atrás. 
El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes ni salivazos.

La cruz del Siervo de Yahveh, a diferencia de otras muchas cruces que el hombre pretenda mostrar, es poder de Dios, demostración de que Dios es el Dios de toda esperanza. Es el sentido de lo que, en apariencia, no tiene sentido. En ella se descubre una nueva perspectiva: Dios está en el sufrimiento de los que escuchan su sentido, les da aliento, redime su dolor. 


El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Joan Palero



El Amor de Dios acaricia las heridas de nuestros pecados.
(Papa Francisco)



¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba
y nuestros dolores los que soportaba!
Isaías 53


Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre. (Jn 10, 17-18)


                                                                                                                                                                                                                                                        
   

Domingo 5º de Cuaresma - Ciclo C


   De paseo con Dios, entre las lecturas de este domingo, escucho su deseo de que, sin olvidar el pasado, mire con atención el presente. Pues de lo que hoy vea y sienta con Él, dependen mi presente y futuro: 
Esto dice el Señor, que abrió camino en el mar y una senda en las aguas impetuosas; ...  "No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, corrientes en el yermo..." Isaías 43, 16-21

Mirando lo que soy, y contando con mis fuerzas, qué difícil se me hace creer y seguir adelante. Pero precisamente ahí, donde acaban mis fuerzas y posibilidades, es donde empiezo a sentir la necesidad de que, algo nuevo y ajeno a mí, ocurra.  Una necesidad imperiosa de que brote, y poder sentir, el poder de Dios. Un poder que, precisamente, nace, crece y se  perfecciona en mi propia debilidad.
...el que crea en mí», como dice la Escritura:
De su seno correrán ríos de agua viva.






Ese fue el descubrimiento de san Pablo, y de otras muchas personas: Descubrir en sus flaquezas el  poder salvador de Jesús. Esa es la fuerza que impulsa a olvidar y dejar atrás todos los intentos que, por ser carnales y humanos, no tienen valor ni fuerza comparados con el  conocimiento, la fuerza, y la comunión con Cristo crucificado por nuestras rebeldías y contrariedades.  Fil. 3, 8-14

Me pongo en la piel de "esa mujer", sorprendida en su delito, (Jn 8, 1-11). Siento flagrante que no soy mejor que ella. Y sorprendido en mi pecado, me sorprendo con ella ante tanta Misericordia de parte del único que es Santo y fuente de toda santidad. 
Me sorprende la evidencia de esta novedad tan antigua de Dios. No me sorprende el comportamiento de los hombres. Sé cómo reaccionamos muchas veces, eso no me sorprende. A veces reaccionamos hasta con santos pretextos, queriendo curar el pecado del otro, sin aceptar al otro. Ayudando a morir, matando poco a poco la personalidad de la persona. Jugando a ser dioses que crean seres a su propia imagen. Lo que me sorprende es la manera del actuar de Dios, quién cara a Cara, en diálogo y sin condena, levanta y da vida precisamente al que (para muchos) es poca cosa o no es nada. Una vida libre de juicios, propios y ajenos, que invita a seguir adelante en el conocimiento, el poder y la comunión en los padecimientos de ese Cristo que, por encima del pecado me amó y salvó, me ama y cada día me salva. 
Sé que esto es sólo Gracia, no viene de mí, no me hace perfecto por mí mismo, ni a mí ni a NADIE, pero ha sido lo único que, habiéndome-nos alcanzado, nos engancha a seguir adelante.
«Tampoco yo te condeno.
Anda, y en adelante no peques más».
Dios sigue escribiendo con su dedo en el suelo de nuestra vida caída. Se necesita solo querer leer, y leerse cada uno a sí mismo. Se necesita ser adultos, ni modernos ni carcas, solo adultos, para saber entenderlo. 
"...y el primero de ellos soy yo."
Joan Palero
 "mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? "



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